¿QUÉ TE AVERGÜENZA?

17 de diciembre de 2019

¿Sos de izquierda y te fascina Piazzolla? ¿Sos gorila pero en tu intimidad admiras a Messi? ¿Sos feminista y amas al Diego? ¿Sos trotsko pero te sabes de memoria todos los discursos de Fidel? ¿Sos de River y te la pasas viendo videítos de Román?

Foto IG: @santi.simonetti

A principios de los ’60, un Borges entrado en años y ya perdiendo la vista, dedica su célebre libro de cuentos “El hacedor” a Leopoldo Lugones. El gesto me llamó la atención. Seamos sinceros/as, no siempre leemos las dedicatorias. Pero en esta ocasión algo me seducía a hacerlo, en mi cruda ignorancia no me hacía contemporáneos al agasajador y el agasajado. Pero, por lo demás, me disponía a recibir la información como uno recibe la vida misma, sin indagar demasiado en su veracidad o falsedad.

En los primeros párrafos, el autor nos describe cómo él mismo se dirigió al despacho del viejo dramaturgo y le acercó un ejemplar de su nuevo trabajo, ocasión en la que intercambiaron cordiales palabras. Es en ese mismo momento que Borges nos para en seco: “En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta Biblioteca que me rodea está en la calle México, no en la calle Rodríguez Peña, y usted, Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado.”

Borges escribió una dedicatoria que sólo tendría pleno efecto cientos de años después de su muerte, cuando la acción del tiempo confunda definitivamente los tiempos (redundancia mediante). ¿Es posible contrabandear de ese modo la belleza en una simple dedicatoria?

Una vez el Che dijo algo así como que el arte burgués es una mierda. Fernández Retamar, quien en ese entonces fuera el Director de la Casa de las Américas, le respondió con una famosa carta que nunca llegaría a su destinatario, pues el Che empezaba su largo viaje en el que encontraría la muerte (o algo parecido a la muerte, pero distinto). En su carta Roberto lo cuestionaba. A la cultura burguesa hay que superarla –decía– y superar en términos hegelianos significa “negar y absorber”. Negar lo malo, absorber lo bueno, superar. Para argumentar utilizaba una metáfora icónica: “no hay que tirar al niño con el agua sucia”. El arte burgués ha hecho cosas maravillosas.

Hoy a la mañana un amigo me reenvió un poema de Borges. Me conmovió de modo muy profundo, me desestructuró el día, pintó de otro color toda mi rutina laboral, en cada hueco de la misma pensé en esos pocos párrafos que mi amigo había vuelto a poner delante de mis ojos. Rememoré la dedicatoria al Hacedor que más arriba reseñé. Supe que Borges hacía de este mundo un lugar mejor, quizá muy a su pesar. Recordé que fue funcionario de la libertadora. Apoyó a los golpistas que bombardearon la plaza de mayo, a esos que tanto mal le han hecho a nuestro país. Repuse en mi mente aquellos viejos dilemas, la discusión entre el padre Mugica y Cortázar, el intercambio entre Retamar y el Che (me volví a posicionar con el primero). Superar es negar y absorber, pensé.

En fin. Vergüenza es ser facho. Lean a Borges, enfrenten a la derecha.

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